Jan 19, 2010

Training day

kurazaybopipo


Siempre sentí que mi entrada al ambiente laboral de oficina, y en particular "esa" oficina, fue un tanto fortuito. Yo estaba buscando cuando menos una entrevista en toda vacante que veía. Buscaba empleo desesperadamente. El nombre de la empresa no me había dicho nada y de hecho el puesto que había visto en particular estaba un poco fuera de mi alcance y experiencia. Confieso que yo había "maquillado" descaradamente mi curriculum. Por eso me espanté un poco cuando llamaron "diablos, tendré que improvisar bastante" pensé, pero creía que aunque mis posibilidades fueran pocas, podría aprender de la entrevista y echar un ojo a la empresa en cuestión. Mínimo quedaría satisfecha mi curiosidad pues la oficina se encontraba en un edificio que siempre me había llamado la atención además de que descubriría a qué se dedicaba esa enigmática empresa.

Llamaron un jueves, la fecha de la entrevista quedó para el sábado. Primeras inseguridades: ¿qué me pongo? Definitivamente sería overkill ir de traje aunque bueno, dicen que uno no puede equivocarse con eso y que hay que ser admitido en el equipo antes de poder usar el uniforme. Me decidí por un pantalón de vestir y una camisa heredada de mi abuelo, quien siempre tuvo muy buen gusto para vestir. Los zapatos que compré hace varios años y que he usado únicamente en tres ocasiones. Me presenté a la hora acordada y desde el principio comenzaron las formalidades: firmar la entrada con el guardia de seguridad, dejar una credencial y colgarme el gafete de visitante, pasar al laberinto de cubículos. La espera llena de dudas ¿me están examinando a través de la cámara de seguridad? Finalmente, la entrevista en sí. Me atendió un hombre joven y delgado que usaba lentes. Amigable pero alcancé a notarlo reservado, suficientemente seguro pero no del todo firme. Yo estaba hecho un manojo de nervios pues, aunque había trabajado antes, no había sido nunca en un ambiente tan formal y corporativo. Por Dios ¡qué ingenuo e inexperto era yo! pero esa es otra historia. Hablé poco, no fui suficientemente extrovertido, di respuestas inadecuadas. Quedó claro que el puesto para el que me estaban evaluando no era el mismo para el que yo había enviado mi curriculum pero era una de mis pocas oportunidades. No recuerdo cuanto duró y salí de ahí bastante convencido de que jamás me contratarían, todo debía haber sido una gran pérdida de tiempo.

A mitad de la semana siguiente llamaron: me habían aceptado y debía presentarme al día siguiente para mi primer día en el nuevo trabajo. Sentí una gran alegría y corrí a comprar unos zapatos para usar diario, que necesitaba urgentemente. No importaba que el puesto estuviera por "debajo de mis capacidades" (infinito jojojo), que la paga y prestaciones no fueran tan buenos y cosas así. ¡Por fin iba a tener trabajo, caray!

Me presenté a mi primer día impecablemente vestido, con mucho ánimo aunque con cierta inseguridad. Pasaron las formalidades de firmar contrato, tomarme foto para el gafete de acceso, un breve paseo por las instalaciones y lo importante: conocer y quedarme en manos de la persona que me entrenaría y me dejaría el puesto: el Licenciado Pedrones quien me recibió, hay que aceptarlo, con escepticismo. A primera vista no me impresionó, él era gordo y bajito y tenía esa fea costumbre de hablar con aires de grandeza. Era su voz, sus gestos, los movimientos de sus manos... todo me resultaba un poquito falso. Pero me pareció al principio muy profesional, tiene la mágica habilidad de dejar contentos y satisfechos a todos los que solicitaban su ayuda y sabía muy bien romper el hielo y la tensión, una de esas personas a las que nunca le falta la plática. No negaré que me ganó y logró impresionarme a lo largo de varias semanas y le aprendí muchas cosas en ese respecto.

Tuve muchas dudas ese primer día, principalmente al enterarme que Pedrones estaría conmigo solamente el resto de la semana y después tendría que arreglármelas yo solo. Pero no tardó en suceder algo bastante peculiar en ese primer día de trabajo, que terminó por convertirlo en un día que no sería representativo: el jefe de jefes había arruinado muy feamente su equipo de trabajo y el caso se convertiría en la máxima prioridad. Pasé buen rato de pie, sin aportar nada, únicamente haciendo preguntas, dudando si serían preguntas adecuadas o inteligentes, viendo como Pedrones desarmaba otra máquina para arreglar, a toda prisa, la del líder local. Luego yo me enteraría que ese tipo de arreglos no procedían de acuerdo a los lineamientos de la empresa y otras irregularidades.

La jornada llegaba a su fin y yo estaba francamente cansado. Yo no sabía bien (y no entendería hasta después) por que Pedrones tenía dos computadoras y estaba empacando una para llevar, él seguía explicándome detalles y empezó a hablar de cómo podía "tomar" lo que "necesitara" de la bodega. "No estás robando" dijo "xxxx es una empresa enorme que gana millones". Total, como arrancarle un pelo a un gato.