No recuerdo muy bien los detalles anteriores al evento porque pintaba para ser un día de rutina. Entre clases yo me salía y rondaba solo entre los pasillos. A veces me metía al salón de los maestros y me servia un café o me ponía a platicar con alguno que estuviera esperando su turno de dar clases. Ese día aú no había ni entrado cuando se acerca hacia a mí el profesor Héctor Rueda con una cara de bastante preocupación, nerviosismo y... miedo. Y no es que sea un experto en leer las expresiones de la gente, pero ese profesor en particular era de los más expresivos, llegando a veces a rayar en amaneramientos que bien le hicieron hacerse de la infamia de ser un flamante homosexual por las noches entre el alumnado.
- ¡Están atacando las torres gemelas de Chicago! -Me dijo, casi gritando directamente en mi rostro. Le devolví una mirada de confusión y no era precisamente sobre la naturaleza del ataque o lo sorpresivas que me resultaran las noticias, sino era más bien que no podía ubicar unas torres gemelas en Chicago.
- No hay torres gemelas en Chicago -lo corregí- debe de tratarse de la torre Sears -agregué.
- ¡Sí! ¡Ese mismo! ¡Ahorita lo están atacando! ¡Me acaban de avisar que lo están pasando por la televisión en vivo!
- Mmm... ¿Le pusieron una bomba como en aquel edificio de Oklahoma? -le pregunto para seguir la plática.
- No... -me responde mientras hace una pausa- esta vez es algo TOTALMENTE diferente, usaron un avión lleno de personas para estrellarse directamente en él.
- Orale... que gacho. -le respondo, siendo algo indiferente hacia el tema y tratando de restarle el nivel de importancia que él le estaba dando.
- ¿Cómo que "qué gacho"? ¡¿Es qué no ves que esto puede ser el inicio de una tercera guerra mundial...?!
Y fueron precisamente esas palabras en conjunto con su expresivo amaneramiento y el miedo lo que me movieron y me hicieron pensar "este cabrón sabe de lo que habla". Mientras su celular sonaba, di dos pasos hacia atrás y me asomé por el pasillo. Tan pronto lo vi comenzar a hablar y a gritar de nuevo con la persona que tenía al otro lado de la línea, me regresé al salón de clases. A pesar de ser un cabrón bien antisocial, mierda y ácido, siempre tenía a mi lado a la que todavia a estas fechas es la única fémina a la que quiero y respeto como mi mejor amiga. Le conté de mi pequeño episodio con el profesor Héctor Rueda y de cómo éste me había contado lo de un ataque con avión a la torre Sears de Chicago. Por estar en medio de una clase no le pude decir el por qué me preocupó y ella también lo tomó como yo lo hice al principio. Como algo "gacho", pero nada más.
Y nuestra siguiente clase la teníamos precisamente con el profesor en cuestión. Al cual se le veia mucho más abrumado, más nervioso y con mucho más miedo.
- ¡Chavos! ¡Chavos, por favor silencio! ¡Escúchenme por favor! -comenzó a gritar para llamar la atención.- Ahorita en la mañana acaba de haber un ataque terrorista -palabra pronunciada con todo el énfasis y el miedo demostrando el terror mismo que él sentía- sobre las dos torres gemelas de Nueva York... -me mira de reojo esperando una reacción de mi parte, la cual no obtuvo porque el tema no me daba ánimos de corregirle su error- ...y ese ataque fue con dos aviones boeing. Estas personas secuestraron los aviones llenos de gente y los estrellaron uno tras otro en las torres gemelas matando a todos los que iban y a los que trabajaban ahí. Ustedes a la mejor no saben pero ahí está el World Trade Center... Y esto es bien importante porque puede significar el inicio de una tercera guerra mundial, porque los ataques fueron hechos por los árabes por toda esa bronca que tiene Estados Unidos con el petróleo. Esto es importatísimo chavos, nosotros estamos en medio y estas personas pueden seguir atacando más lugares si ya también se estrellaron contra el pentágono. Más todavía porque México es un aliado de Estados Unidos en varios tratados y ustedes no saben en que problemas nos acabamos de meter porque están usando a las personas como víctimas...
Sorprendentemente su monólogo de miedo y terror duró toda la clase. Yo volteaba a ver a mis compañeros de y todos demostraban lo mismo: Ansiedad y miedo. Era la ansiedad de saber que algo mucho más grandes que sus noviazgos, sus coches o sus ropas estaba pasando. Algo más grande que ellos mismos se estaba orquestando y era probable, de las mismas palabras del profesor que "el mundo como los conocemos terminaría en cualquier instante bajo una nube radioactiva". Era la ansiedad de saber eso y estar atrapados, de no poder ir a sus casas y abrazar a sus padres o de saber que no podrían hacer ya las cosas con las que siempre soñaron, como lanzarse de un avión en paracaídas o recorrer y conocer el mundo. En mi caso fue el darme cuenta que a pesar de que aparentemente tenía ante mí la cara de Armagedón no tenía los huevos suficientes para declarármele a la chavita que me gustaba. Qué pendejazo era yo, era el principio del fin del mundo y sólo pensaba en una chavita guapa, malcriada y de senos enormes.
Nos ganó el miedo, todas las clases era hablar de lo mismo con el profesor. Que el culpable era Osama Bin Laden, que Estados Unidos se va a la guerra y ¡Ay! ¡Qué dolor! ¡Qué dolor! ¡Qué pena! Me di cuenta que -a pesar de que en su momento y para las personas involucradas fue muy grave- no era un evento que debería estar cambiando mi mundo porque directamente realmente no me afectó, excepto porque estaba en boca de todos. Además las pláticas con ese profesor se fueron haciendo cada vez más absurdas cuando comenzó a sacar sus teorías de conspiración.
Y en fin, ya todos saben lo que pasó o -mejor dicho- no pasó: El mundo no se acabó. Lo que quizás no saben es que ocho años después ese profesor ahora tiene una tienda de pinturas, el colegio sigue estando ahí, ya con televisiones e Internet, quizás para eso de la desinformación. Mis ex-compañeros de clases siguen pensando en las mismas cosas, la chavita que me gustaba enflacó demasiado, perdió busto y terminó con un cabrón que le rompió el corazón. Yo ando todavía en la pendeja. Pero no puedo evitar el recordar cómo me sentí en esos momentos realmente llegué a creer que el mundo sí se iba a acabar. Quizás todo pudo haber sido diferente y me pudo haber valido madre si no hubiera tenido tanta peer pressure por todas partes, pero no fue así. Me sentí como un estúpido pero aprendí. ¿Y cuál es la lección para este apocalíptico 2012? Fácil: We won't get fooled again.